«El callejón de los cuchillos» | 25 poemas contra la violencia de género ~

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Imagen de Deisa Tremarias

De acuerdo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, cada día mueren en promedio al menos 12 mujeres latinoamericanas por el solo hecho de ser mujeres. Diariamente, miles de mujeres tienen que luchar y soportar episodios de violencia sexual que buscan disminuir su humanidad y limitarlas a formar parte de un grupo que se piensa minoritario para el cual no existe ningún tipo de derechos. Lo cierto es que las mujeres no somos una minoría social. Somos la otra mitad de la humanidad. 

Sin embargo, para algunos, las mujeres no tienen derecho a ofenderse cuando son pisoteadas y disminuidas.

Para algunos, las quejas diarias de aquellas mujeres que se sienten continuamente violentadas y discriminadas en todos los entornos, no son más que gritos ahogados que no deberían existir. 

Para algunos, las mujeres que nos quejamos de actitudes vejatorias, de la falta de igualdad de género en los espacios literarios y de comentarios machistas y sexistas, no deberíamos existir. 

Allí es cuando la poesía se vuelve un grito. 

La presente muestra tiene como propósito reunir voces literarias de Hispanoamérica que han decidido pronunciarse en contra la violencia de género a través de la poesía. No busca agotar el tema en su totalidad ni manifestarse como única e indivisible: es un trabajo en constante expansión que forma parte de una investigación mucho más grande que estoy realizando.

Parte de los nombres aquí reunidos están publicados en otras páginas que también se pronuncian en contra de la violencia de género. La reunión de sus voces también se hace posible gracias a la recomendación de amigas, editoras y escritoras cercanas a esta página. A ellas, mi eterno agradecimiento.

Además, el nombre de la muestra, «El callejón de los cuchillos», busca homenajear la poesía de Miyó Vestrini, por quien empecé a interesarme en la búsqueda de poetas que trabajaran el tema de la violencia de género.

Existen. 

Aquí están algunas de ellas.

Hagamos que sus gritos suenen. 

Oriette D’Angelo

~

Ángela Figuera Aymerich
(Bilbao, 1902 – Madrid, 1984)

No quiero

No quiero
que los besos se paguen
ni la sangre se venda
ni se compre la brisa
ni se alquile el aliento.
No quiero
que el trigo se queme y el pan se escatime.

No quiero
que haya frío en las casas,
que haya miedo en las calles,
que haya rabia en los ojos.

No quiero
que en los labios se encierren mentiras,
que en las arcas se encierren millones,
que en la cárcel se encierre a los buenos.

No quiero
que el labriego trabaje sin agua
que el marino navegue sin brújula,
que en la fábrica no haya azucenas,
que en la mina no vean la aurora,
que en la escuela no ría el maestro.

No quiero
que las madres no tengan perfumes,
que las mozas no tengan amores,
que los padres no tengan tabaco,
que a los niños les pongan los Reyes
camisetas de punto y cuadernos.

No quiero
que la tierra se parta en porciones,
que en el mar se establezcan dominios,
que en el aire se agiten banderas
que en los trajes se pongan señales.

No quiero
que mi hijo desfile,
que los hijos de madre desfilen
con fusil y con muerte en el hombro;
que jamás se disparen fusiles
que jamás se fabriquen fusiles.

No quiero
que me manden Fulano y Mengano,
que me fisgue el vecino de enfrente,
que me pongan carteles y sellos
que decreten lo que es poesía.

No quiero amar en secreto,
llorar en secreto
cantar en secreto.

No quiero
que me tapen la boca
cuando digo NO QUIERO…

Aporte de Miriam Tessore
Publicado en Emma Gunst

Rosario Castellanos 
(Ciudad de México, 1925—Tel Aviv, Israel, 1974)

Kinsey Report

1

—¿Si soy casada? Sí. Esto quiere decir
que se levantó un acta en alguna oficina
y se volvió amarilla con el tiempo
y que hubo ceremonia en una iglesia
con padrinos y todo. Y el banquete
y la semana entera en Acapulco.

No, ya no puedo usar mi vestido de boda.
He subido de peso con los hijos,
con las preocupaciones. Ya ve usted, no faltan.

Con frecuencia, que puedo predecir,
mi marido hace uso de sus derechos o,
como él gusta llamarlo, paga el débito
conyugal. Y me da la espalda. Y ronca.
Yo me resisto siempre. Por decoro.
Pero, siempre también, cedo. Por obediencia.

No, no me gusta nada.
De cualquier modo no debería de gustarme
porque yo soy decente ¡y él es tan material!

Además, me preocupa otro embarazo.
Y esos jadeos fuertes y el chirrido
de los resortes de la cama pueden
despertar a los niños que no duermen después
hasta la madrugada.

2

Soltera, sí. Pero no virgen. Tuve
un primo a los trece años.

Él de catorce y no sabíamos nada.
Me asusté mucho. Fui con un doctor
que me dio algo y no hubo consecuencias.

Ahora soy mecanógrafa y algunas veces salgo
a pasear con amigos.
Al cine y a cenar. Y terminamos
la noche en un motel. Mi mamá no se entera.

Al principio me daba vergüenza, me humillaba
que los hombres me vieran de ese modo
después. Que me negaran
el derecho a negarme cuando no tenía ganas
porque me habían fichado como puta.

Y ni siquiera cobro. Y ni siquiera
puedo tener caprichos en la cama.
Son todos unos tales. ¿Qué que por qué lo hago?
Porque me siento sola. O me fastidio.

Porque ¿no lo ve usted? estoy envejeciendo.
Ya perdí la esperanza de casarme
y prefiero una que otra cicatriz
a tener la memoria como un cofre vacío.

3

Divorciada. Porque era tan mula como todos.
Conozco a muchos más. Por eso es que comparo.

De cuando en cuando echo una cana al aire
para no convertirme en una histérica.

Pero tengo que dar el buen ejemplo
a mis hijas. No quiero que su suerte
se parezca a la mía.

4

Tengo ofrecida a Dios esta abstinencia,
¡por caridad, no entremos en detalles!

A veces sueño. A veces despierto derramándome
y me cuesta un trabajo decirle al confesor
que, otra vez, he caído porque la carne es flaca.

Ya dejé de ir al cine. La oscuridad ayuda
y la aglomeración en los elevadores.

Creyeron que me iba a volver loca
pero me estaba atendiendo un médico. Masajes.

Y me siento mejor.

5

A los indispensables (como ellos se creen)
los puede usted echar a la basura,
como hicimos nosotras.

Mi amiga y yo nos entendemos bien.
Y la que manda es tierna, como compensación:;
así como también la que obedece
es coqueta y se toma sus revanchas.

Vamos a muchas fiestas, viajamos a menudo
y en el hotel pedimos
un solo cuarto y una sola cama.

Se burlan de nosotras pero también nosotras
nos burlarnos de ellos y quedamos a mano.

Cuando nos aburramos de estar solas
alguna de las dos irá a agenciarse un hijo.

¡No, no de esa manera! En el laboratorio
de la inseminación artificial.

6

Señorita. Sí, insisto. Señorita.

Soy joven. Dicen que no fea. Carácter
llevadero. Y un día
vendrá el Príncipe Azul, porque se lo he rogado
como un milagro a San Antonio. Entonces
vamos a ser felices. Enamorados siempre.

¡Qué importa la pobreza! Y si es borracho
lo quitaré del vicio. Si es mujeriego
yo voy a mantenerme siempre tan atractiva,
tan atenta a sus gustos, tan buena ama de casa,
tan prolífica madre
y tan extraordinaria cocinera,
que se volverá fiel como premio a mis méritos,
entre los que el mayor es la paciencia.

Lo mismo que mis padres y los de mi marido
celebraremos nuestras bodas de oro
con gran misa solemne.

No, no he tenido novio. No, ninguno
todavía. Mañana.

Aporte de José Delpino.

Susana Thénon
(Buenos Aires, 1935–1991)

¿por qué grita esa mujer?
¿por qué grita?
¿por qué grita esa mujer?
andá a saber
 
esa mujer ¿por qué grita?
andá a saber
mirá que flores bonitas
¿por qué grita?
jacintos           margaritas
¿por qué?
¿por qué qué?
¿por qué grita esa mujer?
 
¿y esa mujer?
¿y esa mujer?
vaya a saber
estará loca esa mujer
mirá           mirá los espejitos
¿será por su corcel?
andá a saber
 
¿y dónde oíste
la palabra corcel?
es un secreto          esa mujer
¿por qué grita?
mirá las margaritas
la mujer
espejitos
pajaritas
que no cantan
¿por qué grita?
que no vuelan
¿por qué grita?
que no estorban
la mujer
y esa mujer
¿y estaba loca mujer?
 
Ya no grita
 
(¿te acordás de esa mujer?)
 
De La morada imposible (2001)
Publicado en La Tribu

Ana María Rodas
(Ciudad de Guatemala, 1937)

Porque yo soy la causante de tus iras
                               de tus tensiones
                               de tus penas
y además soy didáctica
destruyo tu paz todos los días
                               y te amarro.

Nunca supe hasta hoy
que yo era así de impresionante.
                                Creía ser mujer
nunca supe que fuera un cataclismo.

De Poemas de la izquierda erótica (1973)

Miyó Vestrini
(Nimes, Francia, 1938–Caracas, Venezuela, 1991)

Muy poco y muy gris el tiempo que te queda

Soy frágil
para los amados.

Algún asesino más poderoso
más fuerte
me interceptó cuando cruzaba
el callejón de los cuchillos
                                        y me atajó.

Silencio mujer
dijo
de nada valdrá tu queja
en este momento
ni en los otros.

Muy poco
y muy gris
el tiempo que te queda
en esta madrugada de perros realengos
y borrachos asustados.

Déjame un instante
dije,
medir la luz que todos los días
me recibe y me abandona.

Déjame llorar un rato a solas.
Pero sólo había frío
                                         en el callejón de los cuchillos.

De Pocas virtudes (1986)

Lydda Franco Farías
(San Luis, Estado Falcón, 1943 – Maracaibo, 2004)

a esta hora
serás la muchacha ejemplar y enamorada
a quien engañan y maltratan
todos los hijos de puta de la tierra
lo cual no tiene la menor importancia
ellos siempre regresan
compungidos
a tus faldas
solícitos
con la cara lavada
con la excusa de siempre
con la eterna cantata
yo te perdono
yo te prometo
yo te lo juro
mi ego te besa
al final de la escena
hasta el perro es feliz

De Una (1985)

Gioconda Belli
(Managua, 1948)

Consejos para la mujer fuerte

Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzarte el corazón.

Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra
Se visten como culpas, como oportunidades,
como precios que hay que pagar

Te hurgan el alma;
meten el barreno de sus miradas o sus llantos,
hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.
Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones,
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.
No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quien eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.
Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo,
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta,
a nadar contra corriente.
Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto.
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo,
rodealo de fosos profundos,
sin olvidar anchas puertas y ventanas.
Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodeen y quieran, sepan lo que eres;
que te hagas un círculo de hogueras
y enciendas en el centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente
donde se mantenga el hervor de tus sueños.
Si eres una mujer fuerte
protégete con historias y árboles,
con recetas antiguas de cantos y encantamientos.
Has de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando clavos herrumbrados
y el óxido mortal de todos los naufragios.
Ampara.
Pero amparate primero.
Guarda las distancias.
Constrúyete. Cuidate.
Atesora tu poder.
Defiéndelo.
Hazlo por ti.
Te lo pido en nombre de todas nosotras.

Publicado aquí

Irene Gruss 
(Buenos Aires, 1950)

Variación con forma de tango

En la ficción ella tiene que morir;
sólo
en la ficción.
En la ficción él será
el único,
el vapuleadamente
verdadero, no el enamorado.
Y ella tiene que morir,
porque si no…

Publicado en Círculo de Poesía

Ana Rossetti
(Cádiz, 1950)

Halladas 

I

En el desierto. Encuentran un cuerpo en el desierto. ¿Quién lo puso allí? ¿Desde cuándo está allí? ¿Hay señales de fieras? ¿Hay vestigios de zarpas o dientes? ¿Hay picotazos? ¿Hay hormigas expandiendo sus puntadas como un tul movedizo? ¿Y cuánta carnicería le corresponde a los depredadores y cuánta a los asesinos?

No se salvó a la hija. No se pudo evitar el horror de la carnicería, el pánico de la muerte. Ahora, solamente es posible rescatarla del sol, privarla de la corona negra de los buitres, de las lágrimas nocturnas del desierto…

¿Es eso un alivio?

Llevársela de allí.

Recomponer el mosaico de su cuerpo desbaratado.

Envolverlo en un lienzo nuevo y entregarlo otra vez

para que la muerte reanude su festín.

¿Pero creéis de verdad que eso es un alivio?

Los sables se ensartan en el baúl pintado
paralizando sangre,
enfriando células,
abriendo caminos a la podredumbre.
Levantando la veda a la carroña.

II

A cambio de un cadáver herido, mutilado, se deja de esperar a la hija. A la hija que salió de la casa con urgencia pero que no se dio prisa en volver. Demoró su vuelta tanto y tanto hasta borrar los compartimentos del tiempo.

Pero los relojes ya empiezan a marchar.

Se acabó el presente interminable. A partir de ahora ya no será necesario resistir, tener valor, aguzar el oído al otro lado de la puerta, intentar identificar sus pasos, la canción que cantaba; atisbar en todas las muchachas la semejanza a una forma de peinarse, un andar, esa blusa de colores, esa falda, igual a la suya…

A partir de ahora, se encajarán días, horas, sucesos. A partir de ese cadáver, la hija deja de existir.

Con esmero, alinea los naipes.
Adivina cuál es.
Adivina dónde está, dice el mago.
¿No está el que falta?, insiste. ¿Seguro que no está?
Hábilmente, sus dedos descubren la carta oculta
en la chaqueta del espectador.
El siniestro comodín agita sus cascabeles ensangrentados.

III

Reconózcala. Diga si es ella. Dígalo de una vez: sí o no.

No todos son convocados ante una sábana estirada. No todos son apremiados a acabar con la congoja. No todos pueden envolver con el amor de los lienzos esas niñas despedazadas, traspasadas, aplastadas por la abominación. No todos pueden escribir un nombre en una lápida, cubrirla de flores, encenderle cirios. No todos pueden entregarse al duelo.

Hay quienes aún deban hacer acopio de lágrimas porque no saben hasta cuándo debe durar la pena.

¿Hay que dar las gracias, entonces?

Hay que decir SÍ, y desasirse.

Sí, es ella, hay que decir, y abandonarse.

Poner ahora toda la atención en ese hueco.

Esa carne que ya no está en su carne. Esa sangre que le falta.

Será una marca que nos distinguirá para siempre.

Como si las victimas tuviéramos que expiar, de por vida, los crímenes de los asesinos.

Sí, es ella. Gracias. Gracias.

Redobla el tambor.
El prestidigitador, con elegante gesto levanta el paño.
Voilà, dice.
El escenario es un rompeolas de asombros.

De Deudas contraídas (La Bella Varsovia, 2016)

Tamara Adrián
(Caracas, 1954)

Semáforo con vientre henchido

Niña de vientre henchido de noche prematura:
con dos vidas a cuestas
¡una malgastada y otra apenas de relleno!
Precozmente libre,
y ya en ocaso.
Violado recinto de existencia fugaz,
atesoras ingenuamente
en tu entraña desgarrada de bajeza humana
el frío de la inefable oscuridad
del desamparo.

Poema inédito.

María Auxiliadora Álvarez
(Caracas, 1956)

21

están los esposos mutilados
                                                sentados a la mesa
están los asesinos

dolorosas los servimos
                         compensamos
                         asentimos

cien años después de la guerra
se sientan a la mesa
                                    los esposos saludables

históricas mutilamos
                   compensamos
                   condecoramos

De Cuerpo (1985)

Mada Alderete Vincent
(Madrid, 1959)

En mi primer día
en mi primer día
del trabajo nuevo
me han colgado un puñado de llaves del cuello
y me han dejado sola
tengo encerradas a seis mujeres
a sus hijas y a sus hijos
no es una cárcel
sólo cuido de que sus amantes
no las quieran demasiado

De El Tejedor en… Madrid (L.U.P.I, 2010)
Aporte de Miriam Tessore
Publicado en Emma Gunst

Claudia Noguera Penso
(Caracas, 1963)

Hasta en eso

Decidí olvidar todo, del todo.
Me recuesto en mi mirada perdida, cómoda, vacía.
Mi hermano viene: me arregla, me compone, se envejece, empequeñece, muere de tristeza.
Mi mirada lo atrapa, mi olvido lo destruye.
Vienen mis hijas,
yo las veo a lo lejos, son rayas de infinito, despego, de algo que fue.
Son nada.
Realmente nada,
un punto, en la silla, a mi lado.
Pero son calor, es tibieza.
Se que mi mirada está perdida, que duele, lacera, que se escapa.
Se que mis ojos se van, estoy libre, vuelo sola, a un azul muy azul, a mi álbum feliz con los muertos.
Ellos pierden, los que se quedan restan,
mientras yo que no estoy, sumo a mi olvido.

El Alzheimer es 1,5 a 3 veces más frecuente en las mujeres que en los hombres.

Poema inédito.

Patricia Karina Vergara Sánchez
(México, 1974)

Desde la insignificancia

¿Cómo te atreves?
Insolente.

Pretendes calificarme
sin saber cómo se vive
desde la orilla del acantilado.

Tú, ostentando propiedad
del mundo.
de su idea moral
y del buen proceder.

Te estorbo tanto,
que sería largo
tratar de enumerar,
en exacto,
aquello que juzgas.

Que me he negado
a ser tu musa
o la imagen étnica
que te justifica.
Que me he cansado
de la servidumbre.
Que estoy harta
de la incondicionalidad absurda.

Probablemente,
es porque tomé la opción
de abrir la mirada,
de escuchar mi voz,
de nombrar a mi hermana,
y hube de apropiarme
de mi hacer autonomía.

Entonces, me acusas:

Que soy vanidosa.

Que me falta sabiduría
– para entender tus reglas-.

Que de mi boca salen mentiras
– porque no me puedo tragar tus verdades-.

Porque tomé la palabra.
Porque inventé mi camino.
Me llamas infiel.
Otra vez soy la hereje.
Nuevamente, la pecadora.

Tú, desde la altura iluminada,
sentencias, como si pudieras,
sobre el alma mía,
y me llamas mujer de oscuridad.

Desde tus altares,
ante tus tribunas,
empuñando tu cetro.
Has ordenado desfigurar
la imagen de mi rostro.
Has intentado borrar mi nombre
de los testimonios.

Pero,
no logras el olvido
de mi existencia.

Déjame, Déjame.
Elijo ser la paria.
La infecciosa.
La insuficiente.

Me quedo aquí,
vanidosa,
instintiva,
con mi inteligencia poca,
con mi verdad sombría.

Me quedo aquí,
Sentada en mi soberbia.
Ya que una cosa entiendo.
Una sola, es cierto:

Si ando tan errada;
Si tengo el camino tan perdido;
Por qué insistir en negar
lo que no cuenta.

Por qué tú, desde el poder,
te ocupas de contenerme,
de acosarme, de acorralarme.
Por qué, si soy apenas nada.

Por qué, entonces,
mis preguntas abren grietas.

Por qué si cuestiono yo,
tú y tus jerarquías remojan cimientos.

Por qué, si abro yo la boca,
tú tiemblas

Aporte de Miriam Tessore.
Publicado en Emma Gunst

Miriam Reyes
(Orense, 1974)

– Antes de que te lo enseñen por ahí
te lo voy a explicar yo
-me dijo-
mientras abría mi cama.
Ya no recuerdo cuantos años tenía entonces,
si era joven o vieja.
Sólo recuerdo el asco
arrastrándose dedo tras dedo
por las manos de todos los hombres
-por mis propias manos-
Por favor, pasen sin tocar, pasen pasen.
Hasta que un día encerré el dolor en un frasco
le puse al asco tu cara
y cerré la tapa.
Cuando abrí los ojos habías desaparecido
y por fin pude besar
los ansiolíticos dedos de mi amante.

De Bella durmiente (Hiperión, 2004)

Keila Vall de la Ville
(Caracas, 1974)

Caracol

En ese viaje amenazaste con ahorcarme
según dijiste por mi culpa
por mentir.
De aquel bosque nació roca caracol
laberinto subterráneo.

Dedos pulgares en mi cuello
manos multifacéticas, siempre
fuertes, siempre hábiles, hunden
mi garganta. La manzana desaparece.

Será el inicio del final, supongo
mientras miro tu figura deforme
proyectada en la pared
(teatro para el horror).
Final inesperado, me digo.
Túnel de sombra
pecho vacío.

De ese viaje una tráquea mellada
el peso antiguo de un cuerpo
que no pedí
(que no mentí, dije).
El regalo de orfandad
el telón oscuro
que me faltaba por morir.

Al día siguiente el desayuno estragado
la resaca
callar como única lengua.
En ciertos lugares
gritar es adorno inútil
un búho perdido en lo oscuro.

De Cien mujeres contra la violencia de género (Venezuela, 2015)

Regina José Galindo
(Ciudad de Guatemala, Guatemala, 1974)

(a mis cuatro hermanas Helena, Rosa, Lucía, Alejandra)

¿Qué dirán de mí si un día aparezco muerta? 

Abrirán mis gavetas
sacarán mis calzones al sol
revisarán minuciosamente mi pasado
y dirán
quizás
que lo merezco.

Cada periódico hará un despliegue de mis defectos
mis vicios
mis fallas
y dirán
quizás
que lo merezco.

Se desnudaba con demasiada facilidad
dirán algunos
fumaba mariguana
dirán los otros.

Saber en que estaba metida
dirá fulanito
saber que debía
dirá menganito.

Se acostó con el que ahora es mi esposo
dirá la zutana
era una puta
dirá la fulana.
Una loca pensará merengana.

Una comunista que afirmaba el genocidio
escribirá perengano
una vergüenza para el país
apuntará perencejo.

Una cualquiera
denunciará el policía
tenía las uñas mal pintadas de rojo
y la marca de un arete en el ombligo.

Una marera
concluirá el fiscal
tenía la pierna tatuada con zopilotes
y una horrible telaraña en la parte de atrás.

Alguien localizará mis antecedentes penales
en la comisaría de Santa Catalina Pinula
y esa será mi perdición.

Dirán entonces que era una paria
una delincuente
una mala semilla
una drogadicta.

Las señoras en sus casas dirán que fue lo mejor para
Guatemala
el envidioso se alegrará en secreto con la noticia
y unos cuantos que me quisieron no dirán nada.

En mi entierro
mis cuatro hermanas
limpiarán sus lágrimas
y limpiarán mi nombre.

Dirán que es mentira
que Regina nunca estuvo vinculada al PRI
que no fue una puta
ni una loca
ni una vaga
ni una maleante
ni una bandida
ni una terrorista
ni una delincuente
ni una paria
ni una asesina
ni una ladrona
ni una extorsionista
ni una drogadicta
ni una vendida
ni una comunista
ni una criminal
ni una marera.

Dirán que Regina fue su hermana
y que era buena.

Y de ti
¿Qué dirán de ti si un día apareces muerto?

Publicado en PlayGround
y en Emma Gunst

Gabriela Wiener
(Lima, 1975)

Princesa cautiva (2)

Un amor inolvidable
Y breve.
¿Cómo un huracán?
No, un amor breve como el suspiro de una cabeza guillotinada.

Roberto Bolaño

tuve un novio que quería matarme

durante el día boxeábamos
por la noche nadie curaba las heridas

el viernes santo escapé
llegué hasta la plaza de armas
las mujeres llevaban hojas de palma en las manos
compré una pensando si acaso servirían
para desinfectar el alma
el olor a vísceras fritas se esparcía en el aire
el azufre del infierno
y una procesión subiendo el cerro san cristóbal
siguiendo remolonamente a cristo
el sujeto disfrazado de mecías
y su cruz descomunal

la corte de judíos lo seguía para matarlo
me uní a la multitud despedazada por el sol
desde arriba la ciudad parecía casi inofensiva
la plaza de toros era una boca abierta

no sé muy bien cuál era mi papel
si estaba entre los buenos o entre los malos
yo quería ser mala

antes de llegar a la cima lo reconocí
hacía unos meses me había acostado con él
era un chico fuerte y valiente
le gustaba escribir frases pretendidamente geniales en un cuaderno
luego de hacer el amor yo hablaba y él tomaba nota
la tarde del Vía Crucis nos fuimos a un hotel sencillo
la escalera hacia la habitación estaba adornada con violetas
nos quitamos el polvo de los pies
con una ducha angelical
lamimos nuestras marcas como buenos cristianos

un viernes santo convertido en domingo de resurrección

al día siguiente mi asesino logró ubicarme
estuve ahí
me dijo
en el cerro San Cristóbal

como yo

me pareció graciosa la idea de vernos desde arriba
como Dios
él subiendo en dirección al cielo
yo bajando con mi amante en dirección a un hostal

una modesta imagen de nuestra vida juntos

ahora podiamos empezar otra vez

le gustaba el box
las sombras y el crimen
y a me gustaba morir un poco

De Ejercicios para el endurecimiento del espíritu (2014)

Alana Portero
(España, 1978)

XXVII

De nuevo soy yo misma. Ya no hay cabos sueltos.
Estoy blanca como la cera. Ya nada me ata.
Vuelvo a ser plana y virginal, como si nada hubiese ocurrido.

Sylvia Plath

Recuerdo la hora torcida de mi vida
en la que planteé las preguntas exactas,
hora en la que empezó a pudrirse mi carne
y a llenarse de orgullo el sonriente impostor
que sirve las mesas
y llena los cuencos de trigo los días de fiesta.

He olvidado el tacto de las mejillas de Artemisa,
he olvidado la forma concreta del cuello florido de Atis,
he olvidado que tuve la piel blanca.
En mi diario sólo queda un insistente
olor a madera y a óxido,
también a leche agria y a hoja de tabaco,
también a sangre infantil,
también a baba.

Aquella hora torcida
en la que abandonar a mi gemela de oro en el sótano
parecía una salida definitiva.
La misma hora
en que los grillos renunciaron a mis noches
y empezaron a cantarme al oído las urracas.

He olvidado, también,
los bordes de mis clavículas frente al espejo,
en aquella hora torcida
bajo la indolente luz de las bombillas
toda yo me transformé en espalda.

He bailado un paso a dos con la bestia;
lo que llamo identidad es una figura
armada con los restos podridos del banquete,
un espantajo de carne, hueso y agua,
mucha agua,
que se mueve con gracia de espantapájaros y anda.

En la hora torcida de mi vida
comencé a escribir este poema,
con el penúltimo aliento de una superviviente
a la que conozco desde que nací,
sirva como último arañazo sobre la carne
colgante del destino,
como asidero para alcanzar la superficie
y gritar al miserable dios del tiempo:
hijo de perra, sigo aquí.

De La habitación de las ahogadas (Harpo Libros, 2017)

Kelly Martínez-Grandal
(La Habana, 1980)

 

La danza de los espíritus

Él estaba ahí, el verdugo. Tenía el nombre de mi miedo. Yo no sabía quién era. Yo no conocía más que una sola palabra: sobrevivencia. Me hice experta en el arte de los túneles y los laberintos.
A veces me escapaba y conversaba con la luna. A veces una voz me gritaba «sálvate». Yo no sabía de qué debía salvarme. Y todos los días la boca pintada de rojo la lencería de encaje el lubricante su látigo su escupitajo su risa la comparación yo consumida la mandíbula abierta hasta dislocarla de rodillas los azotes de su lengua las plantas venenosas la carne de carroña los clavos las diosas que no eran yo los tacones la cinta negra en el cuello las botas y nunca era suficiente todos los días yo estoy mal las cucarachas tengo miedo y me callo todo lo que diga podrá ser usado en mi contra me hago estatua de sal mejor no existo mejor me vuelvo transparente.
Tú no sabes ser mujer, me decía.
Y a veces me escapaba y conversaba con la luna y debía salvarme.
Y todos los días me salvé.
Y volví y miré, uno a uno, a los ojos de mi verdugo. Y arrojé sus cenizas.

De Cien mujeres contra la violencia de género (Venezuela, 2015)

Sara Herrera Peralta
(Jerez de la Frontera, 1980)

Una mujer con flores en la boca 

Él le hablaba de sus noches de insomnio
y de un fármaco, del frío,
de la certeza y el vértigo de saberse
tan míseros y heridos como el animal
que ha perdido a su madre.

Ella inventó una casa,
una casa en la que debían crecer lirios,
una casa tan reconocible.

Pero lo dijo Sontag,
hay algo de sádico y cruel
en la naturaleza humana:

él destruyó su casa.

Mientras ella teñía sus ropas
para empezar de nuevo,
mientras tejía prendas,
él destruyó la casa.

Se quedó sola frente al mundo.
Se llenó de flores la boca
y, para el desastre,
escombros saliva
inevitable grieta,

se metió un manojo de flores
en la boca.

Hubo una vez una mujer hecha de sombras
que nunca tuvo una casa,
que enferma vomitaba lirios
y triste esperó.

Tú también sabes que nadie querría
a una mujer que escupa lirios.

Mujer traga pasado pájaro.

Alguien destruyó su casa.
Todavía hoy la reconocen.

De Hombres que cantan nanas al amanecer y comen cebolla
(La Bella Varsovia, 2016)

Daniela Jaimes-Borges
(Caracas, 1981)

Él decía que yo era como un perro de raza, pero abandonado por la vida, sucio, lleno de pulgas y con el pelaje adolorido. Que me hacía falta el cuidado, el baño, el amor. Y me lo prometió todo.

Lo cumplió al pie de la letra. Me puso en cintura con su cinturón, me ajustó los dientes en cada desacuerdo, me compró cremas desinflamatorias de tubos gruesos, mientras me llenaba de psiquiatras. Me dio de beber en copitas sucias, de la sangre que sudaba mientras aprendía a pedirle perdón.

Ahora soy una mujer de raza, cuidada, inmensa, de casa, con miedo.

De Cien mujeres contra la violencia de género (Venezuela, 2015)

Indira Carpio
(Caracas, 1984)

El ajo

El hombre más oprimido puede oprimir a otro ser, que es su mujer.
La mujer es la proletaria del proletario

Flora Tristán

Me quemó
con caraotas negras
Encontró un ajo
¡maldito ajo!
Me quemó
y su casa
sigue allí
intacta
Está cansado de pobreza
Yo estoy cansada
de pobreza
de él
de hijos
de trabajo
de cocina
de caraotas
de los malditos ajos
Es bueno su amor
y hace mal
Levantó cuatro latas de zinc
una ventana de madera
ciega
Lo quiere
también el techo
por donde goteo
desnuda
Me bañó
de
cara
o
tas
Desconcho
Hiedo a ajo
pero no en la cama
Soy de entrañas oscuras
no
pienso
limpiarme
La casa
no me salva

Poema inédito.

Mariela Gouiric
(Bahía Blanca, 1985)

Ley 26.485

Se la bate
a todo lo que malogre tu cuerpo,
que vuelva cualquier parte de él
un ojo negro,
un estuche de puntos ciegos.

También lo que apague
como a botellazos
tus ideas luminosas de mezquino consumo
de frágiles watts. Lámparas miedosas
que de tanto entrenamiento duro
tiemblan y bajan su tensión con la vibración
del sonido del motor del auto,
que en la puerta de la casa
amenaza que a minutos está del próximo round.

Sería que se la pone
a todo lo que pelee contra tus ideas y tus
sentimientos
en desventaja.

Para esos sentimientos hay palabras: Para la tristeza
hay la palabra tristeza,
Para el miedo
la palabra miedo,
Para el desamor,
la desamor.

Para la palabra violencia hay
imágenes:
Una cara envejecida antes de tiempo
como si un elástico le cruzara la frente;
el ruido delator de los platos rotos
y un patio que él cubrió con cemento la tierra
donde ella quería poner helechos y malvones,
gajitos que trajo del interior.

Ni cabida a todo lo que
arruine la manera que vos tenés de verte, corte espejo;
Que sea descansero, con lo que hagas. Manipulero.
Que atrevido
te malondee con si querés terminar el secundario,
cambiar el bar por una tiendita de ropa o
salir a vender pan casero.

Eso que te quiera decir como bailar,
de lo que te rias;
que si te ponés la pollera
corta, el jean
ajustado
o la remera muy
apretadita.

Que te sargentee o te delire
si te cabe ir a la iglesia
de la pastora norma o a la misa.
Tirarte las cartas.
Prenderle una vela
a la estampita del gauchito gil
arriba de la repisa.

Que te haga callar en la mesa.
Que te haga callar en la pieza.
Que te haga callar en la vereda.
Que te haga callar delante de los chicos.
Que te haga callar cuando el partido.
Que te haga callar cuando te haga el ruido el estómago.
Que te haga callar cuando estés a solas con
esa que eras vos.

Tampoco que con la bandera del amor
te tenga chivando contra las cuerdas,
vigilanteandote con quién hablás,
a quién mirás o a dónde van tus piernas
o los mensajes de tu celular.
Permiso y plata se le pide al banco y a los viejos.

Hay cosas que son legales nomás
y más que legales divertidas
en las letras de cumbia, adentro de la boca de Dalila.
Ahí nada más se menean, ahí te excitan.

Rajá, tomátela. Plantate groso.
Parate de manos. Pirátela.
Forcejeá. Escapá. Agitá.
Cuando se te queme
el rancho
abanicá las ventanas.
Sacá el humo quilombero afuera,
disfrutá cuando el fuego infiel agarre el campo
seco desde hace años.

Mientras todo se va a la mierda,
sentate en el cordón cuneta,
como cuando el Cristo hizo sentar a
la multitud que lo seguía sobre el pasto
para organizar la comida de los panes y los pescados.
Lo primero que necesitas es descanso.

Sin culpa mirá como se viene todo abajo:
Se caen las chapas, se derriten los vasos.
El calor explota las copas en la vitrina fuera de moda.
Se incendian los tapizados de las sillas
retapizadas con la misma tela
con las que cosiste las cortinas
con tus propias manos
mientras todos dormian.

Quedate tranqui.
No sos zorra, ni putita. Ni te gusta que te
bajen los dientes. Creeme
se puede levantar una
ciudad
en ruinas.
Creeme
se puede levantar una
ciudad
en ruinas.
Creeme
se puede levantar una
ciudad
en ruinas.

Nadie es sola, ni mucho menos solita.

Lo dice la ley mamita
que no puede hacerte sentir culpable
el limón que olvidaste para las milanesas
que empanaste
con tus propias manos.

No son las que te hacen llorar,
las raíces amargas crecidas
de tu pelo teñido,
ni el esmalte que se saltó
de tus uñas escamadas.

Creeme
se puede levantar una
ciudad en ruinas.
Se puede levantar una
ciudad en ruinas.
Se puede levantar una
ciudad en ruinas.

Publicado en http://gacetaluminosa.blogspot.com
Aporte de Judith Labarca

Amarna Miller
(Madrid, 1990)

Sé perfectamente cómo llegué a este punto

Precavida.

Siempre atenta a que las esquinas no me saquen los ojos.
Siempre pendiente de que mis entrañas no echen a volar.
Con miedo a que mis amigos se olviden del color de mi rostro.
Y a que mi novio me parta la cara con libros de poesía,
con lenguas de cristal,
con pañuelos de calma, no te alteres,
con cuidado que si gritas, la vas a liar.
De carnes rotas, de huesos rotos, de sangre amarga.
De cuerpo que pesa y se funde con el suelo, con el mundo.
Cuerpo que echa raíces en la tierra porque ya no hay nada más.
Mi vida, reducida a una semilla.

Cuidadosa.
Siempre precavida.
Siempre previsora.
Y nunca lo suficiente.

Publicado en Tenían veinte años y estaban locos

 

~

SOBRE LAS AUTORAS

Ángela Figuera Aymerich (Bilbao, 1902 – Madrid, 1984) ~ https://goo.gl/jPwhXf

Rosario Castellanos (México, 1925—Israel, 1974) ~ https://goo.gl/1UsKU5 

Susana Thénon (Buenos Aires, 1935 – 1991) ~ https://goo.gl/qA5NVa  

Ana María Rodas (Guatemala, 1937) ~ https://goo.gl/GJsi3R  

Miyó Vestrini (Francia, 1938–Venezuela, 1991) ~ https://goo.gl/uE5oA1  

Lydda Franco Farías (Venezuela, 1943 – 2004) ~ https://goo.gl/iEGxd5 

Gioconda Belli (Managua, 1948) ~ https://goo.gl/N28J6P 

Irene Gruss (Buenos Aires, 1950) ~ https://goo.gl/63z8qh 

Ana Rossetti (Cádiz, 1950) ~ https://goo.gl/EuihCE 

Tamara Adrián (Caracas, 1954) ~ https://goo.gl/QCZkRD 

María Auxiliadora Álvarez (Caracas, 1956) ~ https://goo.gl/YwV5UZ 

Mada Alderete Vincent (Madrid, 1959) ~ https://goo.gl/1H8FP8

Claudia Noguera Penso (Caracas, 1963) ~ https://goo.gl/ceYx7n 

Patricia Karina Vergara Sánchez (México, 1974) ~ https://goo.gl/G4ZRXB 

Miriam Reyes (Orense, 1974) ~ http://miriamreyes.com/ 

Keila Vall de la Ville (Caracas, 1974) ~ https://www.keilavall.com/ 

Regina José Galindo (Guatemala, 1974) ~ http://www.reginajosegalindo.com/biografia/

Gabriela Wiener (Lima, 1975) ~ https://goo.gl/wyFL5q 

Alana Portero (Madrid, 1978) ~ https://goo.gl/ozVLYJ

Kelly Martínez-Grandal (La Habana, 1980) ~ https://goo.gl/MTrt1A

Sara Herrera Peralta (Jerez de la Frontera, 1980) ~ http://saraherreraperalta.com/ 

Daniela Jaimes-Borges (Caracas, 1981) ~ https://goo.gl/zpy4wb

Indira Carpio (Caracas, 1984) ~ https://twitter.com/_IndiraCarpio 

Mariela Gouiric (Bahía Blanca, 1985) ~ https://goo.gl/tGGktX 

Amarna Miller (Madrid, 1990) ~ https://twitter.com/amarnamiller 

~

BLOGS Y PÁGINAS DE INTERÉS

Emma Gunst ~ http://emmagunst.blogspot.com/ 

La Tribu ~ http://latribu.info/ 

Playground ~ #ÚLTIMAHORA contra el machismo literario: pequeños gestos para cambiar las cosas 

Comando Plath ~ https://www.facebook.com/comandoplath/ 

~

Gracias a José Delpino, Deisa Tremarias, Miriam Tessore, Mariana Libertad, Claudia Noguera Penso, Carmen G. de la Cueva, Judith Labarca, Andrea Hernández y Aleida Belem por sus ideas, aportes y sugerencias para que este dossier fuera posible.

4 thoughts on “«El callejón de los cuchillos» | 25 poemas contra la violencia de género ~

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